ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: JUEVES 29 DE MAYO

El Silencio

Si hay algún capillita por ahí debo decirle que no me refiero a la Hermandad. A mi Hermandad, dicho sea de paso. Y es que aquí donde me tenéis soy hermano del Silencio. Si, del Silencio, aunque no me calle ni debajo de agua. Por cierto la última vez que hice estación de penitencia, que ya ha llovido, me vestí muy cerca de allí. ¿Te acuerdas essevilla? La verdad es que si no llega a ser porque llevaba la cara tapada no salgo a la calle. Me había encogido la túnica y se me veían hasta las rodillas. Un fantoche vamos, era un fantoche.

La verdad es que muchas veces me pregunté qué hacía yo allí. Y todavía me lo pregunto la verdad. Por eso un día me planté a ver al hermano mayor, que por cierto era Delgado Roig, hijo del que fue socio número uno de nuestro club, y ni corto ni perezoso le dije que quería darme de baja como hermano. El hombre me miró extrañado y me preguntó el porqué. Por respeto le dije. Todavía se extrañó más. Si, por respeto a las cosas de Sevilla. Por respeto a su Semana Santa. Y es que yo, que soy como un anticristo para un cofrade, puede que respete más a la Semana Santa que muchos de los capiroteros que pululan por nuestra ciudad.

Delgado Roig alucinado me propuso antes de darme la baja que intentara vivir la Hermandad. La verdad es que percibí que apreció la coherencia de mi propuesta. Fui honrado. Le reconocí que quería ver a Sevilla desde detrás de un antifaz. Quería vivir esa experiencia simplemente. Pero me parecía hipócrita pagar una cuota anual y no pisar la casa Hermandad más que el día que compraba lotería. Quiero creer que la Semana Santa es algo más que eso, que Sevilla es mucho más que eso. Y yo lo respeto. Ya dije que sufro el síndrome de Estocolmo con Sevilla tal y como es.

Pues acogí con agrado la propuesta del Hermano Mayor y acudí el siguiente viernes a una convivencia que hacen los hermanos en la casa Hermandad. ¿Y que pasó allí? Pues que salí huyendo y no me han visto el pelo más ni para darme de baja. Por eso puedo presumir hasta de antigüedad. Ya lo se ya, queréis saber que pasó en aquella convivencia. Pues siendo coherente y por respeto a Sevilla y a sus cosas diré que allí pasó simplemente lo que tenía que pasar. Más o menos como si se muere el del sillón de la letra P de la Real Academia de las Letras y se lo dan a Pocholo. Pues más o menos lo mismo pegaba yo allí.

En fin, menos mal que no me refería a la Hermandad porque si me llego a referir estoy hasta mañana.

En realidad me he acordado de aquella anécdota sobre la marcha y los “dátiles” han hecho lo demás.

Cuando hablaba de silencio tampoco me refería a los Héroes. Me refería al silencio que desterramos del minuto 16. La verdad es que ese silencio ha sido una de las cosas que más me han sobrecogido de todo lo vivido en el Sánchez Pizjuan. Era como campanas que tañían con fuerza anunciando tragedia. Era triste. Era sobrecogedor. Había que acabar con aquello de manera radical.

Es curioso, nació el hijo de Antonio y nos ha traido de nuevo la alegría, esa alegría que tenía su padre. Nació el hijo de Antonio y se desterró el silencio para siempre. Como todo nacimiento, este también viene acompañado de alegría, de esperanza.

Ayer sentí que esos sentimientos de tristeza, de pesimismo, que se habían alojado en nuestro interior eran expulsados con la misma fuerza con la que el cuero destrozó las redes del Shalke aquel jueves de feria.

Sevilla es pasión pero también es alegría. Ese lúgubre momento no tiene nada que ver con nosotros. El silencio para la madrugá. La madrugá ya ha pasado. Ahora estamos en la calle Parra, el viernes por la mañana.

Joder que cofrade me he puesto. Como me lea Delgado Roig me invita a una convivencia.

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