ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: JUEVES 29 DE MAYO

Érase una vez un club..., por Paco Galadi.

Érase una vez un club en el que no había ni para comprar balones. Érase una vez un club embargado, arruinado y con el abismo de la quiebra total a tiro de piedra. Era un club que había sido maltratado durante muchos años por dirigentes nefastos. Pero ese club siempre sobrevivió gracias a que tenía un grandísimo corazón: su gente, su afición. Sin embargo ya no podía más. Los avatares posteriores a ese punto de inflexión que supuso agosto del 95 llevaron casi a la muerte a ese club. Aquellos mandamases fueron expulsados por el corazón del club, la afición. Y ahí, como si fuera una negra venganza, llegó la hora de la lanzada en el costado. Esos expulsados, cual mercaderes avaros, vendieron las acciones al mejor postor. Llegaron los tiempos negros, los momentos más amargos de la historia de nuestro club; tiempos que no debemos olvidar para que no se repitan.

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Cuando aquel club estaba ya enfermo, muy enfermo, la puntilla uruguaya lo remató. Aquel despilfarro de un presidente impresentable remató al moribundo. Aquel club quedó arruinado y al filo de la desaparición. Dicen que las ratas son las primeras que abandonan los barcos cuando se hunden y en ese club no fue distinto. La rata que remató al enfermo huyó y aquel gran club casi ni respiraba. Sin embargo su corazón, aunque despacio, no dejaba de latir.

Fue entonces cuando sucedió el milagro. Uno de esos dirigentes que habían pululado desde el desgraciado mes de agosto del 95 por las distintas directivas y que nunca hizo ruido, se puso la bata blanca y se sentó a los pies de la cama, aquella cama en la que aquel moribundo casi expiraba. Lo miró a los ojos y le dijo: “voy a intentar sanarte”. Después le recetó un tratamiento revolucionario. Aquel tratamiento lo copian ahora todos los clubes españoles. Le recetó tres cucharaditas de realismo, dos cápsulas de humildad, varias inyecciones de sentido común y sobre todo tranquilidad y paciencia. Y por si fuera poco le colocó al lado, pegadito a él a un enfermero mágico, de San Fernando. Un enfermero que cuando fue El Elegido todos pensamos que la cosa estaba peor de lo que pensábamos. Y ese presidente junto a ese enfermero hicieron el milagro. El club moribundo comenzó poco a poco a sanar, a salir del túnel. Y comenzó a sonreír.

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Aquel club, ayudado siempre por su corazón comenzó a fortalecerse y salimos del pozo de la segunda división con un éxito inesperado, guiados por otro enorme sanador, en este caso de Utrera. Aquel sanador tocó con su varita a jugadores que más tarde servirían de bisturí para que aquel club moribundo se convirtiera en belleza, un cambio radical. Hizo de Baptista un mediapunta goleador, de Reyes un extremo deseado por todos y de Sergio Ramos un central de leyenda. Aquel cambio radical iba a resultar providencial.

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Y el club subió a primera de nueva, su sitio por excelencia. Y no solo se situó donde le correspondía sino que comenzó a sorprender a propios y extraños con un fútbol agresivo, espectacular, incansable. Y allí estaba aquel pilar que aun hoy es nuestro Javi Navarro el cual, junto al querido David Castedo, son el espíritu del equipo de hoy, ese espíritu que permanece de aquella época y que viene a recordar de manera permanente aquella receta de Don Roberto.

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Aquel gran presidente hizo su trabajo. Muchos le llaman ahora triste, cobarde, timorato. Esos que prefieren la chulería y la prepotencia. Sin embargo, cuando aquel club se moría, nadie daba ese paso adelante y este hombre lo dio. Cuando ya tenía salvado al club, que digo salvado, ¡¡¡clasificado para Europa!!! Tomó su bata y sus recetas y se marchó para dar paso a la época dorada.

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Llegó otro presidente, avalado por el anterior y por todos los barones del sevillismo. No era alguien desconocido. Antes al contrario. Durante muchos años lo vimos como la sombra del difunto Luis Cuervas. Y este abogado tenía un sueño, una obsesión: ser el presidente del club. Llegó su momento y bien que lo ha aprovechado. Ha hecho un cambio radical en el club. Todo le ha salido bien. Todo. Ha convertido al Sevilla en un club admirado en Europa, alabado en España, idolatrado en Sevilla. Durante su mandato se han conseguido hasta tres títulos europeos y todo apunta a que esto no se detiene aquí.

Aquel club que no tenía ni para balones es hoy un poderoso equipo que campea por España y por Europa, que entra victorioso en Sevilla por el Guadalquivir después de conquistar la gloria, al igual que aquellos marineros entraron trayendo de América el oro para dejarlo en la Torre del mismo nombre, ese Torre que hoy ha visto de nuevo a unos marineros que conquistan la gloria por donde pasan a base de honor.

Érase una vez un club que no tenía ni para balones…

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