ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: JUEVES 29 DE MAYO

Cuando el amor se va

El amor a veces es algo efímero, pasajero. Es ese abstracto sustantivo que tanto nos da cuando aparece y tanta desdicha nos regala cuando se marcha. Pero ese momento llega y por más que queramos no podemos impedirlo. Las parejas luchan a veces para obviar lo que es inevitable, el desamor. Pero cuando este nos invade lo mejor y más saludable es tomar otro camino en nuestra vida. Muchas veces se ponen a los hijos como excusa. Se utilizan argumentando que se mantiene la unión por ellos, para no dañarlos. Craso error. Es esa la mayor equivocación que podemos cometer porque a la larga ese ambiente irrespirable de incomprensión, de falta de comunicación y de respeto es lo que verdaderamente hace daño al entorno. Comienzan los comentarios hirientes, los desaires que molestan. La vida se hace insufrible para todos e inevitablemente llega el final cantado: la separación traumática.

La vida debería ser más fácil. O mejor dicho la deberíamos hacer más sencilla y práctica. Las uniones con desgana no tienen sentido. Solo conducen al problema y al final del camino el conflicto, o conjunto de problemas. Por esto creo que la sociedad perfecta es la islandesa. Hace unos meses llegó a mis manos un periódico en el que había un amplio reportaje de Islandia. Me sorprendió gratamente por muchos motivos. Por ejemplo la policía allí está como quien dice para bajar a los gatos de los árboles cuando se suben y no pueden bajar. El primer ministro va en su coche sin escolta a trabajar y las parejas, cuando el desamor llega, se despiden como el que toma un café, con la misma naturalidad. Y no solo eso. Algo que aquí, en nuestra “moderna” sociedad española nos suena a chino, es el hecho de que los amantes separados vuelven a verse en familia cuando con sus nuevas parejas se reúnen con las anteriores a cenar o a ir de campo. Los nuevos niños juegan con los no tan nuevos y todo es una amalgama increíble de tolerancia, respeto e inteligencia.

No pretendo esto para España. Sería totalmente imposible. Analizando a la sociedad española es casi difícil entender que ambos países estén en el mismo planeta. Pero si anhelo muchas de las cosas de Islandia para mi vida.

Y es que las parejas que dejan de sentir el uno por el otro deben dar paso inmediato a otra etapa. Esto es también aplicable a las parejas de hecho. Una pareja de hecho podría ser por ejemplo la que forman desde hace un tiempo Juande Ramos y el Sevilla. Estoy totalmente convencido y esto es una opinión personal, que el desamor llegó a esta pareja hace un tiempo y por los hijos, quiero decir por el entorno, han mantenido la unión a la fuerza. Como decía antes, craso error. Porque finalmente el ambiente se torna irrespirable. El amante que sacrifica su vida, que le cierra las puertas a encontrar de nuevo el amor, lo que es algo fascinante, termina hiriendo a su cónyuge con frases dañinas, con desaires.

Cuando las cosas no se hacen con amor no salen iguales. Os recomiendo la película Como agua para chocolate para entender esto. Y no se porque pero me da que ahora en el Sevilla no hay ya pasión con Juande. Y esto acaba notándose. Puede ser que Juande, ese perfecto técnico de fútbol pero patético orador, cuando dijo eso de que tendría que volver a leer el librito lo que quería decir realmente era que lo que necesitaba era encontrar el amor a lo que estaba haciendo pero no supo expresarlo. O simplemente no tenía nada que decir.

Hoy tempranito, mientras me afeitaba, escucho en la radio que el Tottenham viene de nuevo de manera decidida y convencida a por Juande. La noticia estuvo a punto de costarme literalmente sangre. Esto ya no es que canse, es que indigna. Por lo tanto ha llegado el momento, el momento islandés. Solo nos quedan dos salidas, solo dos. Yo al menos no contemplo ninguna otra. No paso por mantener una farsa sin amor para no dañarme a mí como hijo, como entorno. Es que así lo que finalmente se dañará es a uno de los amantes, que da la casualidad que es también el mío, el Sevilla. Esta ridícula situación solo tiene dos salidas dignas. Y tiene que ser ya. Una, que Juande Ramos salga a la palestra y sin ambigüedad, eso que tanto le gusta, y de manera contundente y tajante mande al cuerno a los hijos de la Gran Bretaña. Sin fisuras, sin dejar el más mínimo hueco a los periodistas amarillos y al rumor fácil. La otra que se vaya. Si no está su corazón y su mente con nosotros se le da la mano y se le agradecen los servicios prestados. Una salida digna y elegante antes de que esto desemboque en lo que antes indicaba: el final traumático.

Juande Ramos es, ha sido el entrenador más importante que el Sevilla ha tenido en su centenaria historia. Sus números están ahí. Ha conquistado mi razón. Pero no mi corazón. Y esto no es de extrañar. Es más, creo que su forma distante de ser es premeditada. Lleva la profesionalización hasta límites increíbles. Por eso una salida ahora de Juande Ramos a mí al menos me dejaría casi impasible en lo que se refiere a los sentimientos. Lo único que me preocuparía es mi club evidentemente. Pero la preocupación es menor al acordarme de que el León sigue ahí.

Hay que terminar ya con esta incertidumbre. Para un lado o para otro. Pero zanjar el tema de manera radical y contundente. Si el amor se ha ido se le dice adiós. Los hijos no queremos ver a nuestros padres darse zarpazos. Yo al menos en ese sentido me siento islandés, muy islandés.

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