Conseguimos, antes de ganar la Copa de la U.E.F.A., pasar a la final de la Copa del Rey, después, también, de 45 años... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
Se repartieron treinta mil entradas entre los socios para poder entrar en el estadio donde se jugaba la gran final que, curiosamente, era del equipo que unas semanas antes nos había robado la liga, y todas se agotan... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
Sevillistas de corazón viajan a Getafe para conseguir una entrada por medio de otros aficionados, se gastan un dineral en un viaje a Madrid con la estancia, la comida, las bufandas, las camisetas especiales... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
El fin de semana del 23 de junio, Madrid es tomada por la alegría, la fiesta, la sal, el rojiblanco, el canto del Arrebato, las bufandas que más se contornean en el cielo más celeste de Andalucía, las banderas que más corazones llevan en su significado. El sevillismo pasea por Madrid a la espera del gran partido, de una nueva Copa del Rey... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
Los privilegiados con una entrada acceden al estadio poblando las gradas madrileñas como nunca antes lo había hecho ninguna afición. Empezaron los cánticos más bonitos, sonaban las gargantas que se rompían conforme pasaba la tarde y la noche, se veían las bufandas y las banderas moverse con la alegría que el Bernabéu necesitaba después de tantos años... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
Kanouté marcó el gol que dió la Copa del Rey al sevillismo. La Copa paseó por el campo entero. Los sevillistas habían poblado hasta las zonas del rival, porque esa final HABÍA QUE VERLA... La Copa se iba para Sevilla... Pero esa no es la grandeza del sevillismo.
Los sevillistas nos abrazamos como Campeones, sentimos lo mismo, a la misma vez, nos latía el corazón al mismo son, lloramos el mismo número de lágrimas... A la salida del estadio, mi padre, mi hermana y yo, que nos sentábamos en sitios distintos, corrimos a juntarnos y darnos el abrazo más bonito que la Capital de España pudiera ver nunca... Esa sí es la grandeza del sevillismo. La grandeza de mi sevillismo.
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