Desde que saltó la noticia hasta que todo quedó solucionado mediante una de las mayores chapuzas que se recuerdan en el fútbol español, transcurrieron 16 días. Fueron 16 días de pesadillas. Aunque queríamos imaginar que todo terminaría por arreglarse la verdad es que se pasó mal, muy mal, porque los rumores eran continuos pero no llegaba la noticia que esperábamos. Reuniones y más reuniones hasta que el sevillismo dijo basta ya y se echó a la calle. Yo estuve allí, en aquella manifestación. Y como yo muchos sevillistas que llenaron las calles de nuestra ciudad de esperanza. Aquel movimiento popular sevillista hizo ver a las autoriades deportivas cuanta gente estaba detrás de aquella loca decisión, aquel gesto del sevillismo dejó claro que la irresponsabilidad de los dirigentes no podía machacar los sentimientos de tanta gente.
A los hiperrealistas quiero decirles que aquello fue una manifestación idealista porque si era verdad que la irregularidad se dio y que los avales no habían sido presentados en tiempo y forma, entonces, miles de sevillistas en la calle no podrían nunca solventar el problema legal, visto desde el prisma de los hiperrealistas. Sin embargo, en la vida, si bien no un porcentaje excesivamente alto, pero unas gotitas de idealismo no vienen mal porque aquella manifestación hizo que se tambaleara hasta la conciencia del máximo responsable del deporte en España, que si no recuerdo mal era Alfredo Pérez Rubalcaba, el cual ordenó una salida al conflicto que no perjudicara a la afición.
Aquello se solucionó como digo mediante una chapuza porque la liga pasó a tener dos equipos más por culpa de aquel conflicto. Oficialmente se les comunicó al Albacete y al Valladolid que podían disponer de las plazas del Sevilla y del Celta y después cualquiera se las quitaba. Al final los cuatro en primera.
Recuerdo todavía con estupor aquel programa especial que José María García dedicó al conflicto. Recuerdo al difunto Luis Cuervas hacer el ridículo espantoso en aquel plató. Solo balbuceaba, giñaba los ojos, movía la boca de manera impulsiva, pero no hablaba, no decía nada de nada. Fue impresionante. Estaba literalmente en estado de schok. Ahí la presencia de José María del Nido si fue determinante. Fue Del Nido quien defendió los intereses del Sevilla en aquel programa porque si hubierámos tenido que depender de Cuervas estábamos listos. Hay hasta quien dice que aquello fue un “golpe de estado” de Del Nido para eliminar a Cuervas y tomar él las riendas del club. Nada más lejos de la realidad. Esa no era una versión creible. Aquello fue una chulería más de Luis Cuervas que le salió rana y el por entonces presidente de la Liga de Fútbol profesional, el ínclito Jesús Samper, nos mandó a segunda b tras una provocación y desafío de Cuervas. Si, Jesús Samper, el de Santa Mónica Sports.
Como digo, aquello finalmente se solucionó favorablemente para nuestrso intereses. Pero el sevillismo no perdonó a los dirigentes y al enorme grito de “Cuervas vete ya” que resonó con fuerza en el Sánchez Pizjuan en el partido de presentación de aquel año que no recuerdo contra que equipo fue, el juguetero y toda su plebe tuvieron que plegar y marcharse del palco. Lo que no nos podíamos ni imaginar es que lo peor estaba por llegar.
Cuervas dio por finalizado su periplo como dirigente. Luis era un tipo honrado. No se llevó ni un duro del fútbol. Mi gran amigo José Manuel García Quílez, a la sazón yerno del difunto Cuervas, siempre me ha contado que su suegro moría por el Sevilla y que antes que sacar algo de aquella aventura el fútbol le costó el dinero y la saud. Y la palabra de mi amigo José Manuel es ley. Pero como digo, aquel episodio de agosto del 95 acabó con él.
Dimitió del cargo y el entonces joven abogado José María del Nido tomó las riendas de manera interina a la espera de que se celebrara la asamblea de la que surgiría el nuevo presidente. En aquellos días de interinidad Del Nido comenzó a dar señales claras de su afán de protagonismo y de su egocentrismo organizando la fotografía oficial del equipo para la temporada que se avecinaba y situándose él en el centro como presidente, sabiendo que la afición le había dicho claramente “vete ya” y que en pocos días habría fumata blanca y nuevo presidente por tanto.
Pero como decía antes, aquel grito unánime de repulsa de la afición que sirvió para que los dirigentes responsables de la crisis de Agosto del 95 pusieran pies en polvorosa, no trajo más que la ruina y la desgracia al Sevilla. Los máximos accionistas de aquel consejo de administración, Luis Cuervas y los hermanos Álvarez, se marcharon pero vendieron las acciones al mejor postor. Ahí aparecieron González de Caldas y Antena 3 televisión con su testaferro al frente Francisco Escobar. Ni que decir tiene que comenzaban otras pesadillas.
Pero aquella venta de acciones tuvo un matiz que al fin y a la postre resultó fundamental en el devenir del club.
Me refiero al último servicio que Luis Cuervas prestó al Sevilla, un servicio que seguramente no podría ni imaginar que iba a resultar tan importante como así fue más tarde. Me estoy refiriendo a esa claúsula que incluyó en la venta de las acciones en las que el vendedor se reservaba el derecho de tanteo en el caso de que el comprador quisiera algún día vender el paquete. Esto, explotado magníficamente más tarde por José María del Nido, evitó que el “paquete maldito” cayera en manos de González de Caldas y que este se convirtiera por tanto en el máximo accionista del club, aunque lo era ya de manera minoritaria. Pero se evitó, gracias a aquel detalle de Cuervas, que a día de hoy el Sevilla fuera un calco del Betis, con un dueño desaparecido y la nave a la deriva.
Para mi, en aquella época, se vio a un gran José María del Nido (esto dedicado a los que me diagnostican “delniditis”). Creo que Del Nido resultó fundamental para que al menos el club no cayera en manos de intereses oscuros. Porque Del Nido será ególatra, chulo, prepotente y muchas cosas más. Pero sevillista lo es hasta decir basta y eso en cierto modo tranquiliza. Aquella brillante actuación de Del Nido, tanto solventando la crisis de Agosto del 95 con un recibo que apareció de repente que demostraba que el ingreso de los avales se había realizado (ojo, una crisis de la que él era responsable también), así como evitando que el paquete maldito cayera en manos de González de Caldas y dando la estocada definitiva en aquella rocambolesca asamblea de la pistola de la que salió como presidente un Carrión que acudía a la misma como quien dice a echar el rato, fue bajo mi punto de vista el mejor servicio que Del Nido ha hecho al Sevilla. Pero ojo, yo mentengo la teoría igualmente que se fajó de aquella manera tan entregada para evitar que Caldas se hiciera con las riendas del club en gran medida porque defendió su destino, su sueño, lo que ahora se ha cumplido: ser presidente del Sevilla. Él sabía que si Caldas compraba aquel paquete su sueño se esfumaba y lo defendió con uñas y dientes.
Una vez González de Caldas dejó de ser un problema tras la ampliación de capital última y la compra del paquete maldito por parte de Sevillistas de Nervión, Del Nido, que sabía que no era su momento porque estaba totalmente entregado al ayuntamiento de Marbella, se retiró allí mismo, al paraíso Marbellí para descansar tras su victoria. El descanso del guerrero. Había dejado sembrada la semilla, había allanado el terreno para conseguir su sueño, su obsesión: ser presidente.
Las pesadillas no terminarían ahí. Con Carrión en la presidencia el Sevilla se arruinó definitivamente y retornó penosamente de nuevo a segunda división no sin antes hacerle un 3-0 al Betis el mismo día que nació mi hijo Paco, el 13 de octubre de 2000.
Tras aquel retorno a la segunda división Rafael Carrión, incapaz de manejar la nave sevillista se marchó y ahí llegó uno de los momentos claves de la historia del Sevilla: la llegada de Roberto Alés. Esto da para otro capítulo
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